Antes que nada quiero darles la bienvenida, muchas gracias por visitarme y leer esta historia, la que tanto disfruté escribiendo.

Nada podría hacer para agradecérselo,

Pablo Sanz.


Disclaimer

Los Personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de la señora Stephenie Meyer, autora de la Saga Crepúsculo, y por lo tanto, esta novela es solamente un Fan Fiction de mi autoría, que no guarda relación alguna con ella o cualquier otra cosa referente a su persona.
Aclaro esto, para evitar malos entendidos.

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sábado, 21 de agosto de 2010

Capitulo Seis: Universidad del Sudeste de Alaska


Gracias por su paciencia! de verdad les Agradezco...


No quiero ir al cielo si tu no estarás en el...


Universidad del Sudeste de Alaska

El domingo no fue divertido. Solo un día en el cual me relajé y preparé todo para iniciar mis clases.

El lunes por la mañana me encontró hecha un manojo de nervios, indecisa y temerosa. No importaba lo mucho que intentara darme valor, lo cierto es que este no aparecía.

No dormí, en parte por los mismos nervios y también porque no lo necesitaba. Podía estar hasta tres o cuatro días sin dormir.

Al momento de salir, cerca de las siete de la mañana, me encontré desesperada por demás en lo que debía ponerme. Siempre me había importado como vestirme, pero ese día, estaba por cruzar los límites de obsesión normal por cualquier cosa.

Respiré profundo. En un absurdo y lamentable intento por recuperar esa calma tan propia de mi persona. Esta nueva faceta, en la que todo me ponía nerviosa e insegura, era del todo desconocida para mí. Completamente diferente a lo que realmente era. O mejor dicho, creía que era.

De repente me encontré a mi misma prefiriendo enfrentarme yo solo a los Vulturis, y sin la ayuda de nadie.

Patético.

En algún momento posterior a ese tropezón de mi mente, recuperé la compostura.

Busqué en mi armario un atuendo adecuado, sofisticado pero simple, que me pudiera ayudar a parecer una estudiante común como cualquier otra.

Encontré un pantalón de vestir negro y una camisa delicadamente confeccionada de color azul. Arriba me coloqué un tapado negro que llegaba hasta mis rodillas, y que había comprado recientemente.

Tomé uno de mis tantos bolsos, y salí al hall.

Llamé el ascensor, y bajé al garaje. La salida no me costó nada. Recordé cuando mi tío Emmett me había enseñado a conducir. Para entonces, era una enana que no aparentaba más de doce años, pero tras suplicarles mucho a mis padres, habían accedido a que me enseñara.

Aunque su docencia en ese campo me había dejado un estilo bastante desacatado para tratarse de una chica. Adoraba la velocidad. Cuanto más rápido mejor. Tenía problemas para discernir con total criterio que era demasiado veloz. Por eso nunca había manejado con Charlie cerca. El simplemente creía que no era correcto que siendo una niña pudiera hacerlo. Y si hubiera visto con la ligereza con la que me deslizaba, le habría dado un infarto.

Tomé la calle principal de la cuidad, ya que la universidad se encontraba en pleno centro. No era lejos, unos diez minutos al volante.

El campus era enorme, y en su comienzo se encontraba una enorme verja de hierro forjado, decorada con rosas de metal soldadas. Al lado, había una pequeña cabina, con guardas de seguridad. Al dejarme el paso, uno de ellos se acercó a mi ventanilla. Tuve que bajar el cristal, porque era tan tintado que le hubiera sido imposible verme a través de él.

Al hacerlo, el hombre se quedó petrificado como un tonto. Intenté no poner los ojos en blanco, porque al fin y al cabo, era una autoridad. El guarda se acercó un poco más, esta vez con total cautela. Era un muchacho de unos veinticinco años.

– Buenos días, señorita. Mi nombre es David Scarllet, y soy el encargado del ingreso a la universidad. ¿Podría decirme su nombre? Nunca la he visto por aquí, y querría cerciorarme de que sea estudiante. – Dijo con un innecesario aire ceremonioso.

– Renesmee Carlie Cullen, señor Scarllet. – Sonreí.

La mirada se le desenfocó, pero luego buscó en su planilla y volvió a mirarme.

– Las clases para los novatos empezaron hace dos semanas, señorita. – Me informó, aunque ya lo sabía.

– Sí, es que decidí venir después de tiempo para festejar mi cumpleaños en casa. – Le confié, en un intento de ser amable.

Él no parecía del todo relajado, pero también sonrió, y se acercó hasta poder poner uno de sus codos en la ventanilla. Eso hizo que su efluvio se deslizara adentro del automóvil. Era calido, con un tenue aroma a madera y agua. Además pude detectar un hedor a cenizas. Ese hombre fumaba mucho.

Su aroma no me produjo sed alguna, tal vez porque el olor a alquitrán que despedía su piel, pero igualmente logró un suave cosquilleo en la parte baja de mi garganta.

Finalmente él respondió a lo que dije.

– Debo felicitarla, ¿Cuántos años ha cumplido, hermosa muchacha? – Bueno, eso era pasarse de amable.

– Veinte años. – Contesté, ya sin sonreír. No podía decirle siete, que era en realidad mi verdadera edad.

– Muy bien. Puede pasar, debe dirigirse hacia la oficina central, allí le darán los horarios de sus clases y con que profesor las tiene en este semestre. – Asistí una vez, y el se retiró, no sin antes guiñarme un ojo descaradamente, y se dedicó a accionar la reja automática.

Conduje por aquel hermoso camino de pesados adoquines. El suelo estaba completamente cubierto de nieve, pero en algunos espacios había césped, un poco amarillento por la escasa luz solar de la zona. Los árboles que flanqueaban el camino eran en su mayoría pinos enormes, de gran altura y cubiertos con una delgada capa de escarcha. Al cabo de pocos metros, pude divisar un edificio muy grande, rodeado de edificios más pequeños. Todos tenían el mismo estilo sobrio, de paredes blancas y enormes ventanales altos de dos hojas. El edificio más pequeño, ubicado más cerca del pasaje, rezaba “Oficina principal”.

Estacioné mi Porche a un costado del camino de piedras, y salí al exterior ventoso del campus. Entré rápidamente al edificio, que contaba con una puerta doble. Al ingresar al lugar, lo primero que vi fue un corredor largo, muy iluminado.

Caminé por él, hasta que divisé una pequeña oficina a la derecha. En ella estaba sentada una mujer menuda, con grandes lentes que dejaban ver unos sorprendentes ojos azules.

– Disculpe, señora. – Dije. – Mi nombre es Renesmee Cullen, he llegado el sábado a la cuidad y hoy me tengo que incorporar a las clases.

La mujer, que estaba prestando atención al monitor del computador, levantó la mirada solo con escuchar mi voz.

Me observó un momento, evaluándome como su fuera algo que pudiera comprar en una tienda. Me causó malestar, y me hizo enfadar, porque al contestar no lo hizo de buena manera.

– Las clases empezaron hace dos semanas, señorita. – Dijo, hablando tan lentamente como si le estuviera diciendo algo a una persona con discapacidades mentales.

– Eso ya lo sé. – Le dije, con bastante menos educación que la que empleé al saludarla. – Pero el decano Campbell sabe cuales fueron los motivos. Soy prima de un gran amigo suyo. – Aclaré al final.

Se supone que yo era la prima de mi abuelo Carlisle. Desde luego, no aparentaba la suficiente edad para ser padre de un adolescente, y mucho menos para que una fuera su nieta.

La mujer cambió el gesto inmediatamente. No sabía a ciencia cierta si se había asustado, pero eso es lo que parecía.

– Bueno, en ese caso, este es su horario. – Dijo sacando unos papales de debajo de su escritorio. – Y aquí están las listas de libros para cada cátedra y con que profesores se dictaran cada una de las materias. Cruzando el campus esta la librería, allí podrá comprar todos los textos regulares para las clases.

– Perfecto, muchas gracias. – Le dediqué una última sonrisa, la más amplia de la que era capaz. – Adiós.

Revisé el horario.

Había decidido orientarme en Artes, así que mi primera materia sería Estudio de la pintura Universal. Estaba en el primer piso del edificio principal, y empezaba en diez minutos.

Volví al coche y manejé unos cuantos metros más. De frente a la universidad había un estacionamiento enorme, que ya estaba ocupado por varios tipos de autos. Vi un Mercedes – Benz color blanco muy hermoso. Si la memoria no me fallaba, y desde luego nunca lo hacía, era un S63. Un coche hermoso, que estaba entre mis favoritos. Lo observé a mi antojo unos segundos, recorriendo las finas y delicadas líneas de su diseño. Adentro los asientos estaban recubiertos de cuero negro, y desde mi ubicación, podía notar lo perfecto de su estado. Pero había también algunos muy viejos y otros normales. Estacioné el Porche al lado del Mercedes, porque era el lugar libre más cercano que tenía.

El viento había cobrado más fuerza, ya que al salir del caluroso ambiente del vehículo, la brisa hizo flamear mi tapado. Corrí un poco para protegerme, y entré al hall principal. Era un lugar enorme, todo revestido de mármol blanco. Había afiches y carteleras por todos lados, en donde colgaban anuncios de clases particulares, de juntas de alumnos, de maestros, fechas de re inscripción, de recuperatorios, y muchas cosas más que no presté atención. Había al costado una ventanilla pequeña y un cartel que indicaba que era la oficina de alumnos. Un muchacho, de cerca de veinte años observó como cruzaba el hall. Permaneció tieso, como si hubiera visto un fantasma, sin sacarme los ojos de encima. Seguí caminando, decidida a no prestarle atención, pero era casi imposible, porque no hacía lo más mínimo para disimular que tenía sus ojos clavados en mí.

El lugar desembocaba en un pasillo ancho, donde iniciaban tres escaleras que conducían a los pisos superiores. Al pasar por allí pude ver que a los costados de las escaleras estaban los servicios de chicas y chicos.

Tenía mi bolso firmemente apretado a mi costado. En el había solo un cuaderno y nada más que unas cuantas lapiceras. Debería haber adivinado que no era todo lo que necesitaría.

El primer piso estaba conformado por una serie de corredores más estrechos, en los cuales había varias puertas cada intervalos regulares. Una mujer barría perezosamente cerca de una puerta, y repitió prácticamente el mismo comportamiento. Sus ojos no abandonaron mi persona en todo el trayecto que recorrí.

Caminé un poco más y encontré mi primera clase del día, y de mi vida. Suspiré una vez, y deseé con toda mis fuerzas que todo marchara bien.

El salón era el ciento veinticinco, y al acercarme a él, la puerta estaba cerrada. Toqué una vez, y no recibí respuesta alguna.

Giré el picaporte e ingresé.

Lo primero que pude sentir fue el olor muy fuerte de muchos humanos, aun cuando todavía no había fijado mi atención en nadie en especial. Demasiados efluvios se filtraron a través de mi olfato agudo de predador en guardia, y mi primer gesto, completamente involuntario, fue respirar fuertemente para deleitarme con el olor de esas fragancias deliciosas. Si no hubiera estado preparada, me habría agazapado en ese momento, y no hubiera dudado en saltar, con demasiada facilidad, los cinco metros que me separaban del frágil y delicado cuello humano más cercano que tenía. Un flujo muy grande de saliva se produjo en mi boca, en reemplazo a la ponzoña de la que no disponía.

La diversidad de aromas y sabores era demasiado tentadora, deliciosos fragancias frutales, chocolate, agua cristalina, olor a hojas, pasto recién cortado, diversos perfumes florales, y tantos otros efluvios que atrajeron mi atención.

Por un escaso segundo, me sentí débil, incapaz de manejarlo, pero antes de que se me ocurriera siquiera hacer otra cosas más que ingresar a ese lugar lleno de débiles y apetecibles humanos, la claridad regresó a mi cabeza.

A pesar de que no me ayudaría en lo más mínimo, respiré profundamente una vez más, y me enfoqué en lo que debía.

El lugar era grande. Estaba compuesto por una pared, la del frente, cubierta por tres pizarras blancas. Luego, justo a su lado, había un escritorio alto y muy grande. Sobre él, estaba apoyado un hombre de cerca de cincuenta años, moreno y delgado, que estaba hablando en ese momento sobre la importancia de las pinturas rupestres.

Unos metros hacia la parte de atrás del salón, comenzaban las filas de asientos. En su mayoría estaban llenos.

Maldición, había llegado tarde.

– Buenos días, – Saludé. – Desde la oficina principal me mandaron aquí. Se supone que esta es mi primera clase. – Dije, y pude notar que me estaba sonrojando intensamente.

El sonido de mi voz pareció sobresaltar a muchos de los presentes.

– La clase empezó hace diez minutos. – Dijo visiblemente irritado. – Tome asiento, por favor, en alguno de los asientos que queden libres.

Pese al malestar por haber interrumpido su clase, me dedicó una segunda, y tal vez una tercera mirada mientras me dirigía al último puesto que se encontraba libre. Al caminar por el estrecho pasillo que me llevaba a mi lugar, los estudiantes no me sacaron la vista de encima. Eso me puso incomoda, y al sentarme y volver mi vista hacia el frente, ninguno de los tantos alumnos que todavía tenían sus ojos posados sobre mí, hicieron el menor esfuerzo por disimular nada.

– Entonces la Cueva de Altamira es considerada un patrimonio de la humanidad por la cantidad de grabados de pinturas rupestres que se encuentran en ella. – Prosiguió el hombre. – ¿Alguien sabe por quien fue descubierta?

En un intento de enmendar mi pésima entrada en el salón, contesté rápidamente.

– Fue descubierta por el naturalista santanderino Marcelino Sanz de Sautuola en 1876. – Dije.

– Muy bien. – Aprobó. – ¿Su nombre, señorita?

– Renesmee Cullen. – Contesté un poco pagada de mi misma.

– Bueno, como bien dijo su compañera, Sanz de Sautuloa fue quien la descubrió... – Y continuó con su lección, ya sin dedicarme ninguna mueca contrariada.

Tomé extensos apuntes, aunque en realidad, ya sabía muchas de las cosas que estaba explicando.

Cuando no tienes nada más que hacer aparte de crecer y alimentarte, puedes ocupar tu tiempo en muchas cosas.

No había un solo libro en toda la mansión Cullen que no hubiera leído. Y eso incluía muchas cosas. Desde libros complejos de medicina hasta novelas, obras de teatro, cuentos, libros de moda, enormes enciclopedias, etcétera, etcétera.

En todo momento me encontré hundida en ese mar de esencias prohibidas. Siempre había creído que era mucho más fuerte. Era claro que estar acostumbrada a frecuentar solo humanos como mi abuelo o Sue no me capacitaba para nada en este asunto. Sin embargo no había peligro alguno para esas personas, solo un doloroso ardor en mi garganta, que súbitamente se sintió muy seca. Intenté tragar saliva para suavizar en dolor, pero fue inútil.

Cerca de una hora después, el timbre sonó, y todos los estudiantes se levantaron para dirigirse a su próxima clase.

Mientras levantaba mis cosas, alguien a mis espaldas esperaba a que le cediera el paso para dejarlo salir. En ese momento, gire sobre mi misma y no me di cuenta que un chico estaba justo atrás. Al levantar la vista lo tenía justo en frente de mí. Tan cerca que los bucles cobrizos de mi flequillo casi le tocaban la cara.

Me inundó su efluvio, bastante calido y apetecible. Pude distinguir un aroma profundo a pino, mezclado con menta, o eso me pareció. No pude resistirme a aspirar fuertemente, antes de darme cuenta de que estaba jugando con fuego, y que ese mortal insignificante estaba en peligro.

– Lo siento. – Dije rápidamente antes de retroceder lo máximo posible.

– No ha sido nada. – Respondió con una sonrisa. – Por cierto, mi nombre es Steven Collins. – Y levantó su mano, para estrecharla con la mía.

Dude una décima de segundo, pues no sabía si debía tocarlo, ya que existía la posibilidad que notara la anormal alta temperatura de mi piel. El chico no se dio cuenta de mi vacilación, y antes de que pudiera hacerlo, levanté mi brazo y estreché su mano.

Lo miré detenidamente por primera vez.

Era alto, de ojos grises grandes y cabello castaño oscuro. Era delgado, aunque no flacucho, pues se notaba que tenía buena masa muscular. Su piel era clara, pero con una tonalidad rosácea que resaltaba sus rasgos agraciados. En resumen, era un chico apuesto.

– Renesmee Cullen. – Repetí.

– Sí, ya lo había oído. – Sonrió de nuevo. – ¿Cuál es tu siguiente clase? – Preguntó.

Consulté mi cronograma y contesté.

– Arte contemporáneo. – Dije.

– Ah, que lastima, esa ya la cursé. – Apuntó apenado. – Bueno, quizás nos veamos en otra clase.

– Sí, tal vez... – Convine, escogiéndome de hombros. La verdad el chico era apenas un poco más que un extraño, así que no sentí la necesidad de que compartiéramos otra clase. – Hasta luego.

Caminé hacía el pasillo, intentando recordar el salón al que tenía que dirigirme porque ya había guardado la planilla de nuevo en el bolso.

Tenía que subir al tercer piso. Salón trescientos veinticuatro.

Esta vez no llegaba tarde. Tomé un asiento en el medio de entre todas las filas que había. No quería estar ni muy cerca, ni muy lejos.

El lugar se fue llenando de a poco, y a medida que fueron entrando personas, más intensas se hicieron las miradas de los concurrentes. Me hubiera gustado que mi padre estuviera allí, para que me confiara el secreto de sus mentes, pero estaba sola, así que eso era imposible.

Al final, entró una mujer de mediana edad, de cabello oscuro y piel muy clara a dar la clase del día.

– Bueno días alumnos. – Saludó con voz alegre. – Entonces como les dije la última clase, hoy tomaremos un pequeño examen para ver como vienen incorporando los conocimientos.

Era de esperar porque todos mis compañeros estuvieran tan tensos.

Me entró un leve estado de pánico. Maldije para mis adentros por no haberme interiorizado antes con respecto a la universidad.

Levanté la mano, para capturar la atención de la profesora.

Ella me miró, y pude percatarme de que se dio cuenta de que era una estudiante nueva.

– Sí, dígame. – Dijo sonriendo.

– Mmm... Lo siento, es que me he incorporado hoy a las clases, y no tenía idea de que habría un examen. – Me excusé.

La mujer lo meditó un segundo, antes de responder.

– Lo siento, pero debo tomarle el examen a toda la clase. Hazlo, si te va muy mal, ya lo discutiremos más adelante con el resto de tus calificaciones. – De verdad pareció apenada.

Me frustré. La señora Klee, ese era su apellido, repartió las hojas una a una, y cuando me dio la mía, susurró “Suerte”, cosa que no hizo con todos los demás. En cierta forma, esto era mi culpa, porque nadie me había obligado a empezar dos semanas después.

Contemplé el examen.

Bueno, podría haber sido peor.

Expresionismo, Cubismo, Arte Abstracto. Cosas que sabía y que en algún momento había leído. No era demasiado lo que había que hacer, no más de unas preguntas a desarrollar y unas cuantas afirmaciones en la que había que poner Verdadero o Falso.

Hice lo mejor que pude, y entregué el parcial.

La profesora Klee lo tomó, esperando encontrarlo vacío, porque en realidad no había estado escribiendo más de quince minutos.

– Para no haber estado enterada de nada, señorita – buscó el nombre el la hoja. – Cullen, ha hecho un trabajo magnifico.

– Gracias, siempre me ha gustado el arte. Así que, leo continuamente acerca de él. – Me encogí de hombros.

– Si me espera un segundo, puedo corregírselo aquí mismo. – Tomó una lapicera roja de su bolso y comenzó a hacer marcas.

Al cabo de un minuto, me lo devolvió.

– Excelente, señorita Renesmee. Bienvenida a la universidad. – Había un gran 98 rodeado con un círculo en la parte de arriba de la hoja. – Espero un 100 para el próximo examen. – Y me guiño un ojo en completa camaradería.

Le sonreí.

– Eso espero yo también. – Dije.

– Puede retirarse, por hoy no habrá nada más que hacer en este salón. – Señalo la puerta, y sonrió por última vez. – Hasta la próxima clase.

Hice una mueca de despedida, y me dirigí hacia el salón. Esta clase me había resultado mucho más fácil que la primera. Caminé hacia la planta baja, y deslicé mi horario desde la cartera. Según decía, ahora había un intervalo de cuarenta minutos hasta la próxima clase.

Así que tomé el coche y manejé hacia el otro lado del campus. Allí estaba una librería muy grande, y también un par de metros antes una cafetería en donde había muchas mesas y varios lugares para sentarse a descansar por un momento.

Aparqué justo en frente de la librería y descendí a la calle. Caminé ese corto trayecto que me distanciaba de la puerta, y entré.

También ese lugar estaba concurrido de humanos, y esto generó un nuevo ardor profundo en mi garganta. El mostrador estaba ocupado por una mujer de unos cuarenta años, morena y muy bella.

– ¿En que puedo ayudarla, señorita? – Preguntó muy amablemente. No sin echarme otra mirada torcida. Era difícil acostumbrarse a algo así.

– Buenos días. – Saludé, haciendo caso omiso a su previa reacción. – Estoy buscando La pintura y su evolución a través de los tiempos, de Robert Santigny, Introducción al Arte Contemporáneo de Miranda Hopkins, Arte Paleolítico y Neolítico de John Starkee, La música y su Historia, de Brian Shuster y la biografía de Pablo Piccaso, por favor. – Esos eran los libros que necesitaría para comenzar.

La mujer trajo desde el fondo cuatro enormes tomos de estilo académico. No me preocupaba tener que leerlos, aunque tenía que admitir que nunca había leído libros tan extensos. El quinto, era más bien corto en comparación con los otros.

– ¿Algo más? – Preguntó cuando apoyó los textos sobre el mostrador.

– No, por ahora nada más. – Le dije.

Buscó en el ordenador y calculó lo que le debía.

– Son doscientos veintiocho dólares. – Informó, todavía mirando la pantalla.

Saqué el dinero de mi bolso y se lo entregué.

– Que tenga buen día – Saludó cuando me marchaba.

– Gracias, igualmente. – Sonreí.

Salí al exterior de nuevo. Teniendo en cuanta mi horario, aun tenía veinte minutos más de tiempo libre antes de entrar de nuevo a clases. Manejé por los caminos de piedra que rodeaban tanto el edificio principal como los auxiliares de la universidad.

El campus era enorme. A pesar de que a la intemperie hacía frío, algunas personas, provistas de gruesos impermeables, merodeaban por el lugar, e incluso tomaban asiento alrededor de las mesas que distinguí en un rincón.

Me uní a la muchedumbre que caminaba por ese paraíso polar, y descubrí un patio central, muy grande.

En el medio estaba una fuente, y a sus costados, muchos bancos. Me senté en ellos, y pensé en lo que me esperaba. El resultado me hizo sonreír. Todo había empezado relativamente bien, a pesar de que había logrado que el señor Preston, mi profesor de Introducción a la pintura universal, se enfadara por mi intrusión a su clase.

Los veinte minutos restantes pasaron lentamente.

Vi a varios estudiantes fumando en un rincón, aislados de todos los demás. A otros hablando animadamente de varias cosas. Mis oídos me permitían escuchar todas las conversaciones del lugar, y ciertamente no todas eran dignas de oír.

Ensimismada, no fui del todo consciente cuando un grupo de chicos, que estaban a varios metros de donde me encontraban, comenzaron a hablar de mí.

– Se llama... no recuerdo el nombre. – Decía una chica. – Era bastante raro. Solo sé que su apellido es Cullen.

– ¡Renesmee! – Recordó entonces un muchacho que estaba entre ellos.

– ¿Renesmee? – Repitió otro. – Sí que es bien raro.

– A mí me gusta. No creo que podamos encontrar otra chica con ese nombre en ningún lado. – Dijo la primera muchacha que había escuchado.

– Sí, tampoco creo que encontremos otra tan hermosa. – Habló de nuevo uno de los chicos.

– ¿Crees que sea modelo? – Dijo la última chica, la que todavía no había hablado.

– No lo sé, pero ni siquiera me atrevería a hablarle. – Contestó el segundo muchacho, el que había dicho que mi nombre era raro. – Me quedaría mudo con solo acercarme.

Todos rieron, y siguieron especulando con respecto a mi origen, y que es lo que hacía allí, en esa universidad del norte de América.

Tocó el timbre y me apresuré a mi siguiente clase. Historia de la Música. Casi corrí al observar el reloj y darme cuenta de que estaba llegando tarde. Por suerte, todavía el profesor no había llegando, pero había muchos chicos sentados en sus lugares. Me sentí demasiado observada. De nuevo, nadie hizo un gran esfuerzo por ocultar que me miraban.

Era descortés.

Pude reconocer a varias personas de la primera clase, pero no recordaba nada más, ya que había estado más ocupada por no chuparles la sangre que por memorizar sus nombres.

Ahora que traía la a colación el tema de la sed, pude darme cuenta de que no me sentía incomoda en lo más mínimo. El respirar el aire fresco del patio me había ayudado enormemente, y ahora las ansias no eran más que un débil hormigueo subiendo por mi cuello.

Me sentí bien al darme cuenta lo rápido que había superado ese obstáculo. Sabía que la sed no iba a ser el principal problema con el que me encontraría al venir a Juneau. Bueno, en realidad no esperaba encontrarme con algo mucho mayor que un tonto contratiempo.

Al cabo de unos minutos, entró el profesor Nicholas Wagner. El hombre, de cerca de treinta y cinco años, se apuró en cerrar la puerta.

– Gente. – Dijo a modo de saludo. – Hoy veremos lo que significa la música absoluta.

Parecía entusiasta. La clase de persona que disfruta de la docencia. Todavía tenía un destello de la primera juventud en el rostro, en el cual resaltaban unos ojos verdes muy hermosos.

En este tipo de sonido, la música instrumental esta libre de cualquier conexión con un texto, lo que quiere decir, que no se apoya en ideas o asociaciones secundarias para alcanzar que la melodía tenga un sentido ¿Entienden? Su valor depende de la calidad de la idea musical y de la lógica, ingeniosidad o inteligibilidad de la forma musical. – Explicó. – ¿Alguien sabe otra forma en la que se califica a esta forma de interpretación?

Nadie contestó. Así que levanté la mano para contestar.

El profesor me miró, deteniéndose con toda intención en mi rostro. Fue incomodo, porque me sentí demasiado invadida, y porque era un adulto.

– Dígame. – Dijo, mitad modulando y mitad balbuceando.

– La música absoluta también puede calificarse como abstracta, en cuanto no sea sometida a ningún otro análisis que no sea el de los del sonido o las relaciones tonales.

– Perfecto. – Aprobó, sonriéndome. – Las expresiones formales típicas de la música absoluta o abstracta son la fuga, la sonata y la sinfonía. Todas ellas se pueden comprender y explicar sólo en función del enunciado y elaboración de las ideas musicales. Uno de los errores habituales de la divulgación de la música radica en atribuir a los compositores de música absoluta el deseo de expresar significados, reducidos, por lo general, a algo banal o trivial.

Todos tomábamos notas. Y el hombre hablaba y hablaba del tema del día. Al final, reuní una buena cantidad de apuntes. El timbre sonó una vez más. Ya era mediodía.

Salí con aire tranquilo, no tan desesperada como el resto del alumnado. Supuse que era por ganas de comer algo, o porque a estaban hartos de tantas clases.

Como sea, no me di cuenta de que el señor Wagner me estaba mirando.

– ¿Cómo es su nombre, señorita? – Me preguntó, y me sacó de la nebulosa de mis pensamientos.

– Renesmee Cullen, profesor. – Contesté.

– ¿Se ha incorporado recién hoy a las clases? – Preguntó levemente extrañado.

– Sí, lo que pasa es que no soy de Alaska, y decidí postergar el ingreso dos semanas. – Le conté. – Espero que eso no me traiga muchos problemas con los estudios.

– No lo creo. – Sonrió. – Parece una joven brillante.

– Ehhh... gracias. – Le dije. – Debo irme.

– Hasta la próxima clase. – Hizo un asentimiento.

Caminé rápidamente hacía la puerta.

Decidí ir caminando hacia la cafetería, donde pediría algo liviano, porque no tenía hambre. La sangre me mantenía lo suficientemente satisfecha por, al menos, dos semanas. Mucha gente se desplazaba a pie hacia la cafetería, y mientras lo hacía, vi de nuevo a ese chico que me había hablado en Historia de la pintura. Steven Collin.

El se acercó, sonriendo caballerosamente.

– Veo que no compartimos clases hoy. – Dijo, cuando estuvo cerca. – ¿Me permites acompañarte?

– Desde luego. – Contesté, más por ser cortés que porque quisiera que lo hiciera.

– ¿Como estuvo tu primer día? – Preguntó, lleno de curiosidad.

– Bien, creo. – Comencé. – En Arte contemporáneo me pusieron un examen, pero lo aprobé.

– ¿Con Klee? – Se extraño. – ¿Ya te lo corrigió?

– ¿Por qué te resulta tan extraño? – Inquirí.

– Bueno, la tuve el semestre pasado, y créeme, jamás la vi corregir un examen en el momento. Generalmente tarda muchísimo en devolver los resultados. – Explicó. – Debiste haberle caído realmente bien.

– Puede ser. – Me encogí de hombros.

Él sonrió, mostrando todos los dientes.

Llegamos a nuestro destino, la cafetería. El lugar era bonito. Caminé hacia una mesa, y Steven me siguió.

– Debo irme a sentar con mis amigos. – Anunció. Parecía culpable por tener que irse, algo que no entendí. – De verdad me gustaría quedarme, pero tenemos cosas que estudiar.

– No hay problema. – Le dije. – Ve con tus amigos. – Sonreí para que no se sintiera mal. Al fin y al cabo, acaba de conocerme, no tenía por qué preferirme a sus camaradas.

– ¿Podemos almorzar juntos, mañana? – Balbuceó, mirando al suelo y repentinamente sonrojado.

Lo consideré un segundo.

Estaba visiblemente interesado, pero no parecía mal chico. Es decir, había sido amable y todo eso. Hubiera sido muy descortés negarse sin un motivo contundente. Entonces se me ocurrió una excusa genial.

– La verdad es que mañana tengo muchas cosas que hacer en mi departamento, y me iré a almorzar allá. Vivo cerca, así que no tengo problemas con ir y venir. – Pude ver como el desencanto invadía sus ojos grises, por lo que agregué. – Tal vez otro día.

– Bien. – Dijo, no tan animadamente como antes. – un gusto conocerte, Renesmee.

– Dime Nessie, si lo prefieres. – le recomendé.

– No hay problema, Nessie. – Se despidió con un gesto. – Nos vemos por aquí.

Una camarera, de aspecto desaliñado y con un aire pesimista, se acercó para preguntarme que es lo que deseaba comer. Miré el menú, y todo era demasiado pesado para una mitad mortal.

– Una ensalada, por favor. – Le dije. – Sin sal, ni pimienta, ni aceite, ni vinagre.

Me miró extrañada, y pensando que estaba loca.

– No hay problema. – Contestó, antes de marcharse.

Me distraje de nuevo mirando a toda esa parva de muchachos. Allí también había un fuerte olor que podría disipar mi sed, pero estaba mezclado con el de la comida, cosa que lograba mitigar un bastante la atracción.

Nuevamente, algunos estudiantes me miraban. Si por lo menos se hubieran acercado a saludar o a intentar hablar, no me molestaría, pero el hecho de que estuvieran observando de lejos como si fuera un bicho raro, me irritaba.

Respiré placidamente, y cerré los ojos.

Entonces se me ocurrió llamar a mi amor. El hombre lobo de mis sueños.

Saqué el celular de mi bolso, marqué el número, y coloqué el auricular en mi oreja. De paso, le dediqué una mirada al anillo dorado que tenía en mi mano izquierda. El corazón se me hinchó de felicidad.

Sonó dos veces, antes de que Billy, mi suegro, atendiera.

– Diga. – Dijo el anciano del otro lado.

– ¡Billy! – Saludé. – ¿Cómo estas?

– Ness... – Rió. –Bien, al menos por ahora. Tu abuelo estuvo aquí ayer y cree que en dos semanas ya podré hacer vida normal.

– ¡Que bueno! Cuanto me alegro de escuchar eso. – Sonreí. – Deberías estar en la cama... – Aconsejé.

– Sí, estaba yendo para allá. – Dijo. – ¿Cómo esta todo por Alaska?

– Bueno, todo bien, por suerte. – Le conté. – Es un lugar muy bonito. Este es mi primer día de clases, así que todavía no he conocido a nadie.

– Ya los conocerás. – Afirmó. – No te preocupes por eso, niña. Eres una gran persona, nadie se resistirá.

– Gracias Billy. Tú también lo eres. – Sus palabras me hicieron enternecer.

– Jacob ha ido para la casa de tus padres. – Anunció.

– Ah... Esta bien. Cualquier cosa lo llamo más tarde, o sino me comunico con mamá o papá. – Contesté.

Pero lo cierto era que no quería hablar con mi novio si es que mis padres estaban allí para escuchar.

– Adiós, Billy. Espero que te mejores. Nos vemos.

Desistí de llamar a Jacob, al menos por ese momento.

La camarera llegó con mi seudo ensalada, y la apoyó delicadamente en la mesa. También me entregó un tenedor y un cuchillo. Comencé a comer, ante la mirada atenta de varios adolescentes.

No tardé demasiado, el tiempo suficiente como para que la hora del almuerzo pasara y tuviera que ir a mí ultima clase del día.

Introducción a la escultura se dictaba en el piso cinco. Era extenuante tener tantas materias.

Llegué tarde. Otra vez. No calculé bien y arribé a la clase con cinco minutos de demora. Era algo en lo que debía mejorar si quería evitar que se me quedaran mirando como tontos cuando entraba fuera de horario.

Me senté, tan aplicada como siempre, y la profesora, de unos treinta años, continuó con su clase, a pesar de que pude notar que a ella también le estaba costando dejar de observarme.

Pensé un segundo en ello. Bueno, era lógico que llamara su atención, al fin y al cabo, era hermosa a sus ojos. Pero todo era una trampa, desde luego. Un vampiro normal estaba hecho para atraerlos, cazarlos. Beber su sangre y disfrutarla.

Fue frustrante admitir a mi misma que se me estaba haciendo agua la boca. Pero ese no era el camino que había escogido para mi misma. Yo no era malvada, no quería ser un monstruo. Y si mis padres, que eran vampiros de cabo a rabo, podían alejarse de la tentación, entonces yo también.

Mi padre siempre me había explicado su negativa a ser un monstruo. Solo recién en ese momento, encontrándome en una situación un tanto compleja, pude comprender la realidad de sus palabras. Siempre había dado por hecho que la abstinencia no era un problema para mí. Que era fuerte y superior. Pero ahora me daba cuenta de que eso solo era porque mi familia era la que me había inspirado ese sentimiento falso de auto superación. Había crecido creyendo que era capaz de frenarme ante eso a lo que vampiros como mi tío Jasper temían. La incapacidad de resistirse. Busqué la fuerza, ya que estaba en algún lugar. La fortaleza no me abandonaría.

No ahora, no en ese lugar.

Aunque no era fácil ignorar esas fragancias rozagantes que jugueteaban en mi nariz, invitándome a agazaparme y reclamar la sangre que mi cuerpo deseaba.

Nuevamente me sentí débil, completamente incapaz.

No estaba orgullosa de mi misma. Despejé mi mente lo más que pude. Respirando por la boca, evitando que mi olfato se agudizara en esa pequeña aula poblada de deliciosos efluvios humanos.

Esto iba a tardar un tiempo en normalizarse, quizás en unos días, una vez inmiscuida en la vida universitaria que deseaba, me sentía más a gusto. No lo sabía.

No tomé un solo apunte en toda la clase.

No tenía idea de lo que la profesora había dicho en toda esa hora de explicación. Bueno, algo debía de estar en el libro.

El timbre de final de clases se no hizo esperar.

Todos se pusieron de pie, notoriamente exaltados por el fin del día. Tenía que admitir que no me había nada mal, sacando la sed.

Pronto eso también estaría solucionado. Tenía fe en mi misma.

Caminé a un paso lento hacía las escaleras, donde un grupo de chicas, de varias edades y estilos, descendían acompasadamente.

Las pasé, tenía prisa en llegar a mi departamento.

Ellas me observaron extrañadas, e incluso, me pareció que estaban ofendidas. No había sido esa mi intención, pero tampoco tenía ganas de detenerme a explicar nada. Al fin y al cabo, no era más que una desconocida para ellas.

Al acercarme a mi auto, una chica alta, de pelo castaño estaba abordando el Mercedes que había llamado mi atención por la mañana.

– Bonito auto. – Le dije como un cumplido.

Ella sonrió, encantada.

– Lo mismo digo. – Dijo, y deslizó sus ojos al mío. – Este Porche es espectacular ¿Panamena? – Preguntó entonces al observar con detenimiento mi auto.

– Panemena Cabriolet. – Corregí suavemente. Ese era el modelo de mi coche.

– No tienes idea de lo que rogué para que me compraran uno de esos. – Confió con una nueva sonrisa.

– Debo admitir que tiene sus ventajas conducirlo. – Confesé. – Me llamo Renesmee. Renesmee Cullen.

– Sí, ya lo he escuchado. Ambas vamos a Arte contemporáneo. – Señaló. – Mi nombre es Michelle White.

– Un gusto. – Dije.

– Igualmente. – Sonrió de nuevo. – Ahora debo irme, pero espero que nos volvamos a ver por aquí.

– Eso espero. Buenas Tardes. – Terminé la conversación.

– Adiós. – Se despidió y se metió a su coche.

Dejé el campus cuando el sol asomaba levemente por las espesas nubes que coronaban el firmamento. La luminosidad era escasa, debido a lo ártica que era esa región, por lo que los rayos débiles del sol no pudieron colarse por los vidrios tintados de mi automóvil.

Al llegar a la verja, el señor Scarllet me saludó, pero no me molesté en bajar la ventanilla.

Llegué a casa rápidamente, cansada tras ese largo día.

Todavía no sabía que era lo que sentía, y mucho menos si era algo bueno o malo.

La experiencia en abstracto había sido buena. No me gustaba haber sido observada de la manera en la que lo fui, pero era algo que esperaba. Mi familia me lo advirtió hasta el cansancio. Hubiera sido ingenua si esperaba una cosa diferente.

Aunque claro, que se muestren curiosos era una buena señal.

Tenía que serlo.

No me hubiera gustado pasar completamente desapercibida. Tampoco es que disfrutara siendo el centro de atención.

Ningún extremo esta bien.

Tal vez solo era necesario esperar a que esa especie de exaltación se disipara, para que pudiera relacionarme como una persona normal. Pensé en los únicos chicos con los que había cruzado palabras.

Steven Collins y Michelle White. Ambos parecían chicos buenos, aunque de hecho no los conocía en lo más mínimo. Quizás al día siguiente podría hablar con ellos y darme cuenta de verdad que eran una buena compañía.

Crucé el comedor y me saqué los zapatos, no eran más de las cuatro de la tarde.

Como sea, al recostarme en mi cama, estaba exhausta.

No tenía sentido pensar mucho más en el asunto.

Mi mente no me lo permitía.

Tras unos últimos segundos de meditación, abracé los sueños a gusto, y me quedé dormida.



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30 comentarios:

Pabli Sanz dijo...

Chicos! por favor! dejen sus mensajes!
de verdad me importa mucho su opinion!

Pabli Sanz

Anónimo dijo...

Supeer...
No demores tanto subiendo los demas capitulos, quedo a medias y deseosa de saber más! Jajajaj:)

Anónimo dijo...

hola pabli!!! Me encanto el capitulo.
Y toda la historia :)
Segui escribiendo!!!!! Lo haces genial!!!

Besos!!!!!

LIZZIE!

candy XD dijo...

me encanto!!!
sigo diciendo que eres un buen escritor...
quiero saber que mas le va pasar a nessi....en mi opinion me dejaste a medias. no tardes tanto en subir los demas capitulos..
por fa.
XD

Maria Betania dijo...

pabli muy bueno el capitulo, de verdad, me necantan tus ideas.... =) =)

Anónimo dijo...

Holaa pabli!! kiero decirte ke esta buenisimo el libro, el cap esta genial.... me encanta! :D jeje... espero q no demores en el prox cap :d ¿vale? :)
besos y abrasos ♥
lubna ;)

Fran Sazo dijo...

Espere toda la semana y me siento pagada!Como te he dicho, me encanta lo qe estas haciendo, espero con ansias el resto de los capitulos, saber qe pasara con nessie y los demas! Exito! Y me sumo a los pedidos de los demas lectores de qe salgan luego los demas capitulos! Cariños , excelente trabajo
Bye!

Anónimo dijo...

Woooow...
me encanto...
por favor no te demores en subir tanto los capitulos por qe qedo enganchada de la historia
suerte

Anónimo dijo...

Me encanta!!!!!!!!! Todos los dias abro el blog para leer... Tienes mucho talento!!!!!!!!!!!!!!! pero no nos dejes esperar mucho... quiero saber mas!!!!!!!!!!!!!!!!
Me encanta la redacciòn, el como involucras tantas cosas para hacer bien reales las clases, los momentos y las personas.. es simplemente increible.

Anónimo dijo...

Quierooo mas capituloos!!
excelente trabajooo!!!
Me encantooo!!
Saludooos :)

Bree Tanner dijo...

Me encantoo esta exelente, este igual que los libros de sthepanie meyer solo subelos mas seguido sii? porfiiiis :D

Anónimo dijo...

cada vez se pone mejor esto sigue escribiendo y publicando mas de la historia, deberias ponerlas mas largas

Anónimo dijo...

hola¡¡¡bueno una semana mas te vas superando poco a poco y la verdad que me engancho cada vez mas a tus maravillosos capitulos, es un privilegio poder leer estos capitulos, y estoy de acuerdo con muchas personas de aqui, no te demores tanto en publicar los capitulos¡¡¡jajaja son fascinantes y dejan volar la imaginacion un saludo y un beso desde Alicante(España).
Mar

Unknown dijo...

Tienes super buena capacidad de relatar... me gusta tu historia.
Actualiza luego...pa saber que pasa...

Anónimo dijo...

eres un crAac menkanta de verdad espero ansiosa kada semana, capitulos mas largos porfaaaaaaaaaa un besoooooo

AURA dijo...

Tus escritos me han gustado muchísimo y aunque leer de a pocos no es mi fuerte, sigo esperando paciente a que publiques un capitulo mas. Muchos éxitos

Anónimo dijo...

hola pablis, soy nueva lectora y te digo que me ha encantado tu historia,espero que no dejes de subir caps, y que no te demores por fa!!! espero anciosa tu nuevo capitulo... por cierto eres muy buen escritor....

Anónimo dijo...

excelente!! me encantó, al igual que los capitulos anteriores!! :)

Dani!

Anónimo dijo...

me encanta porfavor publica rapido si?? estoy muy impaciente por leer el proximo capitulo :)

Anónimo dijo...

excelente narrativa me encanta no puedo esperar el siguiente capitulo felicidades.

Anónimo dijo...

hola!! cuando subes el capitulo 8... me muero por leeeeerrr :)

Anónimo dijo...

me gusta mucho la historia gracias por esa capacidad q tienes y por el tiempo tomado..lo unico es q me asen falta los demas personajes q son los q enmarcan a la saga crepusculo,la demas familia cullen y jake..no puedo creer q esten separados de nessi..y mas jake debe ser el tambien el protagonista..lyon

Anónimo dijo...

esta bueniisssima tu historia ....es muy entretenida y tiene excelente redacción!! es lo que todo fanático de crepúsculo le gustaría hacer!! <3<3<3<3! consejo:creo que tienes que usar los signos de admiración en las conversaciones cuando los personajes estan exaltados o emocionados ..ya que las conversaciones a veces son un poco llanas....si no es por mas esta muuuuuuuuuy buennnnaaaaa!!! quisiera tener tu creatividad!!! que sigas avanzando mucho y ojála le des un vuelco en donde Jake y Nessi deben enfrentar una gran dificultad para estar juntos.. y que tal lo que ella no puede tener hijos ....¿? sería un giro interesante ! suerte y salu2 >VANG<

Anónimo dijo...

muy buena! .. me encanta como redactas.. de donde sacas las ideas? ..

Anónimo dijo...

solo quiero felicitarte eres un gran escritor

lisy dijo...

Eres un joven muy detallista y eso me gusta mucho porque me permites entrar en lo que describes y sentir que estoy ahi junto a los personajes, En este caso Nessie.
Te sigo leyendo.
Cariños de..
LISY

Anónimo dijo...

Pabli tienes un talento especial enganchas como relatas
cryss cullen

Unknown dijo...

Pablo, que placer es leer esto...la verdad, me encanta...
Es como leer a Steph....
besos...sigo leyendo

Anónimo dijo...

Exelente Soy Una Fanatica De La saga De Crepuesculo Tu Libro Es Genial Da Gusto Leerloo

Anónimo dijo...

genial, me encanta la forma en que describes todo... kt